VOCACIÓN DE ÍNSULA…

VOCACIÓN DE ÍNSULA…
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Soy un peñasco que baña niebla salobre
en tardes iluminadas por cocuyos.
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Durante madrugada las brisas depeinan
la huella lejana de astros moribundos
guiñando a la floresta como desde tamiz
cuando rasga letargo
el chillido fugaz de lechuzas
y silencia en consecuencia siseo sin variación de los insectos.
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Fronteras de sílice y tajamar.
Por instantes asemejo ente solitario, hambriento de abrazos.
Empero, regurgito los veranos en diversidad
desde el cieno que recubre interminable la plataforma
que verde-azulea reptando hasta morder su cárcel de corales.
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Tras lontananza pugna redimir llagas
que durante siglos infringieron por centenares los veleros asesinos
convictos por mercar con carne de plantación
quebrando sueños que nacieron en selva lejos de grilletes y mayoral.
Verdugos que devoraron alma del tambor
y destemplaron laúdes sin promesa de alquibla.
Espectros condenados a vagar en eterno ramadán
por los siglos de los siglos
como esporas sobre arenisca.
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Soy un trozo de tierras emergentes
que aletarga en el hueco protector
donde gustan copular las placas continentales.
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Sucumbo al exorcismo bajo mieles de cañas
y aroma de azahares
durante ocasos zumbones
y veladas encintas de estrellas como alfileres
que aguijonean pulsiones en sinestesia.
Como en limbo sentenciado a levitar en oficio de rehén
dentro del cerco uterino
de un abra que bruñe eterna la humedad.
Insular dogal que yugula y libera es mi vocación
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© Eduardo Vladímir Fernández Fernández
—24 de junio de 2012—D.R.
(en clave de identidades ambiguas)